Unos meses después mi padre me regaló unos minerales. Un día al pasar por la Gran Vía vio en una librería que tenían unos minerales en el mostrador, al entrar y hablar con el dependiente, conoció que éste era hijo de un compañero de trabajo, tras la conversación le regaló los pocos minerales que le quedaban en el mostrador y le comentó que cerca en la plaza Universidad estaba Suministros Escolares y Científicos, a donde fue y me compró otros minerales. Entre ellos una Sodalita cristalina de Sudáfrica que fue una de mis favoritas durante años.
Sodalita, Río Kunere, Sudáfrica 50x22x13 mm
Ya conocía otro comercio, donde podía mejorar mi colección. En Suministros entraba siempre por la escalera que daba a la Gran Vía, subía al entresuelo y empujabas la puerta que solía estar siempre abierta, Al entrar había un mostrador o mas bien una mesa y detrás una estantería con cajas de minerales. A la derecha de la puerta de entrada había una pequeña vitrina iluminada.
Te atendía una dependienta a la que le pedías que especie querías ver, cogía la caja y la dejaba encima del mostrador, destapaba la caja de madera tanto la tapa como el culo y los separadores. Puedo recordar muchos minerales: Marcasitas limonitizadas francesas, Granates de Madagascar, Rutilos en macla de codo de Horcajuelos (Madrid). Me recuerdo de un trozo de un rodado de Sillimanita que el lado pulido parecía un trozo de butifarra o longaniza.
La afición volvió a renacer dos años después, cuando en 5º de Bachillerato volvías a tener Ciencias Naturales. En mi clase habían dos compañeros que tenían una colección mejor que la mía, Jorge, en paz descanse, como tenía un hermano mayor (diez años más) tenía una colección de 100 minerales de Suministros Escolares y Científicos y José, que actualmente colecciona Cuarzos, tenía varias piezas americanas extraordinarias, una Esmeralda cristalizada de Muzo con un color intenso que lo tengo gravado en la memoria y un Ópalo de Fuego mexicano. La colección de Jorge estaba formada por cuatro cajas de madera de 25 minerales cada una, tenía de todo, incluso Plata y Oro. Me recuerdo que los separadores, también de madera, permitían que las etiquetas se cambiaran de sitio. De tanto en tanto había que hacer una consulta, para identificar cada una de ellas.
Ese mismo año cambiamos de edificio a La Salle Gracia-Josepets que se encuentra en la plaza del Norte en Gracia a unos 500 metros del anterior. Los últimos años vamos allí a las votaciones municipales, autonómicas y nacionales.
Cerca del colegio en la calle Menéndez Pelayo, ahorra Torent de l'Olla, estaba la editorial Scheelita-Daco que también vendían minerales. Por la tarde cuando salíamos del colegio, pasábamos delante de una fábrica y tostadero de cacao, los jugos gástricos se paseaban por nuestros estómagos antes de merendar. Esta editorial imprimieron unos fascículos, pues en los años sesenta empezaron la venta de enciclopedias en fascículos, que entregaban un mineral. Cada fascículo costaba 25 pesetas, toda una fortuna si dos años antes por poco más de 300 te comprabas una caja de 50.
De esta época son unos Aragonitos, vendidos como de Minglanilla (no creo que entonces pudieran provenir de otro yacimiento), Cinabrio cristalino de Almadén, Calcita cristalizada de Lemona (Vizcaya) y otros.
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